Sin interacciones, que estos días ausente me hicieron perderme un poco.

El regreso a casa tendría que haber sido algo tranquilo. El primer viaje en avión no me había hecho sentir más que emoción, y se suponía que el segundo debía ser igual, sobre todo porque estaba dejando de lado todo ese trabajo y ejercicio, por volver a casa con mis padres, un lugar mil veces mejor y en donde levantarse temprano sólo era necesario en días de colegio. Pero antes de poder reaccionar, todo el viaje se había convertido en una película de terror que recordaba haber visto a escondidas.

Explosiones, gritos, y mucho miedo. En algún momento y sin darme cuenta comencé a gritar por mamá y papá, sabiendo que no acudirían, pero sin saber nada más que hacer entre todo el caos. No terminaba, y por un momento incluso pensé que sólo sería una pesadilla hasta que golpeamos el suelo; dolor era algo que no se sentía en los sueños, pero aquí era muy real. Sentía mis brazos y piernas escocer, además de un dolor agudo y punzante en mi boca. No sé si me arrastré o caminé, sólo sé que en el camino lo único que podía hacer era llorar y gritar cuando veía algún cuerpo por ahí. No entendía que pasaba y tal vez no quería entenderlo.

Entre la histeria, tarde un poco en sentir el líquido tibio que bajaba por mi barbilla, hasta que al llevarme las manos a la boca pude ver la sangre que escurría desde ella. Me pasé la lengua intentando sentir una herida, sólo para encontrar un hueco en donde mis dos dientes superiores debían estar ¡esos que acababan de convertirse en permanentes hace unos meses! No estaban, y uno de mis colmillos de repente ya no se sentía tan puntiagudo. Nunca había sido sensible con la sangre, pero esta vez, puede que debido a todo el temor que aún sentía por accidente, el sabor metálico de aquel líquido rojizo y el dolor me hicieron sentir arqueadas, para terminar vomitando una comida que ya ni siquiera recordaba cuándo había probado

» Kayden Olivier Leparq
» 12 años
» Habla inglés y francés.


El sabor metálico al que, pensó, estaba relativamente acostumbrado. No obstante, nunca había sentido tal cantidad de sangre en la boca, y quiso deshacerse de la sensación cuanto antes. Su mejilla no parecía estar tan de acuerdo, teniendo en cuenta el considerable agujero que ahora quedaba en ella.

Forcejeó durante un par de minutos, intentando empujar con todas sus fuerzas el asiento delantero, pero era incapaz de mover su pierna para sacarla del lugar donde estaba atrapada. Quiso patearlo todo, de pura frustración, de rabia, ante la sola idea de que fuese a quedarse allí atrapado. Ante la idea de que no podría hacer nada para evitar la muerte.

No, no pensaba morir allí. Acababa de sobrevivir a un accidente de avión, lo último que se pondría a pensar en aquel entonces era en la posibilidad de perecer atrapado. Algo se le ocurriría, en caso de que nadie escuchase sus gritos.

Y volvió a intentarlo, con la dificultad que suponía hablar con aquella herida en la mejilla. Fue finalmente Ulrik quien le libró del aprieto. — Gracias... — logró decir, incluso cuando el otro le había gruñido para que guardase silencio. Empujando Ulrik el asiento, se sujetó la pierna rota para poder sacarla. Caminar resultaba demasiado complicado, incluso apoyado en su compañero. Todavía se sentía mareado, con el cuerpo incapaz de asimilar que por fin estaba en tierra.

Se dejó caer en la arena, cuando Ulrik lo soltó, y echó la cabeza hacia atrás respirando agitado. Tenía que pensar. En el avión todavía quedarían provisiones que podrían utilizar, comida, ropa, y quién sabe que podrían encontrar en las maletas. Sin embargo, se distrajo de pronto al escuchar los llantos desesperados de una chica.

Miró a su alrededor, todavía mareado, hasta encontrar a la fuente de tales lamentos. Se incorporó, como pudo, y caminó arrastrando su pierna rota hacia, quien creía era, Dorka. — Dorka... ¿te llamas Dorka, verdad? — ¿hablaba inglés la muchacha? Creía que sí. Había estado en su grupo, sabía que era ciega, y la sola idea de encontrarse en su situación le produjo una profunda angustia. Kayden, a pesar de toda su rabia, tenía predisposición para ayudar a los demás. Tomó su rostro, con cuidado, intentando ofrecerle algo de calma, — Escúchame, Dorka... est-estamos en una playa, hemos sobrevivido. — ¿serviría de algo su narración?, — ¿estás herida? ¿Te duele algo? — sus propias palabras sonaban extrañas, ajenas dentro de su cabeza; la herida de su mejilla le dificultaba la correcta vocalización.

Me, myself and I (?). Maleta descrita abajo

No sé si me la he pasado llorando durante horas, pero mi boca sigue doliendo y nadie se ha acercado a preguntarme cómo estoy. No me he parado del lugar en la arena al que no supe ni cómo llegué, no he levantado la cabeza más que para no mirar el desastre que he hecho cerca mío, y apenas le he puesto atención a las voces de los demás. Estoy asustada, demasiado como para pensar en hacer algo, porque lo único que quiero es un abrazo y que me digan que todo va a estar bien. ¿Dónde están los adultos gritando ordenes igual que en el campamento? Puede que sí alguien me da una orden directa, por fin pueda hacer algo más que llorar sólo para evitar el castigo de negarme.

Por fin me pongo de pie, pero no encuentro lo que esperaba: No hay sargentos o cualquier otra persona dándonos ordenes. Veo niños aún tirados por ahí, y la idea de que estén muertos no cruza por mi mente, no, deben estar dormidos o negándose a aceptar que pasa algo, al igual que yo planeaba seguir haciéndolo. Ha sido un accidente terrible, pero aunque esto es igual a las películas que había recordado antes, nosotros no estamos en una película, van a venir pronto por nosotros. Tienen que hacerlo. Papá y mamá estarán preocupados, y pronto vendrán a buscarme, espero que en un bote, porque en este momento no quiero volver a saber nada de aviones.

Alguien dice que debemos mover los cuerpos y sacar las maletas. ¿Para qué vamos a mover a los que están dormidos o llorando? Ellos se pueden quedar ahí hasta que se sientan mejor, o hasta que vengan por nosotros. En silencio y sin dirigirme a nadie prefiero ayudar a sacar las maletas para entretenerme un poco; cuando llegue la ayuda quiero tener mis cosas cerca para no entretener a nadie e irnos pronto de aquí. Hay sangre, hay cosas que mi cabeza sigue negándose a identificar y yo no me doy cuenta, no noto la tragedia que acaba de suceder, porque aunque tengo miedo, hay algo en mi que bloquea la verdadera gravedad de la situación. Sólo voy hasta las maletas y miro por encima de ellas, por encima de algunas se ve una gran maleta color rojo que no parece demasiada atrapada entre las otras, por lo que me acerco con cuidado y tiro con todas mis fuerzas, que aunque no son demasiadas sirven para arrastrarla lejos del caos, y luego por la arena—. Encon... —estuve a punto de gritar, pero el recuerdo de que de vuelta en el campamento muchos no me entendían me hace detenerme, al igual que la vergüenza cuando noten que parezco un bebé sin mis dientes delanteros. ¿Eso lo puede arreglar un dentista al regresar? No quería pasarme la vida con dos enormes agujeros al sonreír.

Ronnie + Lász + Ulrik + Leparq + otras menciones.

— ¡No! Es mío, es mío – reclama Markov, en húngaro, abrazándose a la cintura de su hermano mayor como si quisiera defenderlo. Le saca la lengua a Ronnie, ese niño se ha ganado la mala sangre de los vástagos Báthory.

Están en una situación delicada y es algo que Markov Báthory, con sólo seis años puede entender. Hay muertos, entiende el concepto de la muerte, las personas se marchan para nunca volver, los Báthory saben mucho de eso. Todo el mundo está asustado, pero Markov sólo necesita abrazarse a su hermano para ahuyentar el miedo. Él no llama a papá, no llama a mamá, porque ellos nunca han venido antes y obviamente no lo harán ahora.

Son una manada, es un concepto que llega a su mente con facilidad, un grupo de niños varados en una isla y no hay adultos, no hay casas, no hay un refugio. Son niños ferales ahora. Las peleas sólo fragmentan la manada. El niño se queda cerca de su hermano después de eso, obedeciendo cada orden y cada indicación como un buen soldadito.

— ¡Lász, mira! – llama el niño con emoción, señalando sus maletas varadas en la playa de pura casualidad, quizás salieron volando cuando la cola del avión se desprendió y quizás por un golpe de suerte, o la señora de blanco, han terminado en la playa. El pequeñito mira a su alrededor, los otros niños han empezado a reaccionar, ayudándose unos a otros y algunos continúan saliendo del avión. Puede reconocer a Ulrik, de alguna manera sabe que es él, porque también es suyo. Es su perrito. Udo. Lleva a alguien más pero no puede reconocer exactamente a quién pero piensa en Kayden, su otra mascota, acordaron en adoptarlos. — Lász, mis perritos. – tira de su camisa, suplicante.

Interacción con  Derek y Katherina.

Al ver a la niña tan asustada, Irén intentó permanecer de pie y acercarse, intentando no mirar demasiado a la persona decapitada que se encontraba justo junto a la niña. Si lo primero que viera al despertar hubiese sido aquella horrorosa imagen, también estaría de los nervios. - Tenemos que salir de aquí - murmuró a la niña, intentando tranquilizarle y hacerle pensar en otra cosa - Ven - le tendió una mano no muy firme - ¿Puedes levantarte? - le preguntó en húngaro, deprisa.

Al levantarse un poco más, vio que fuera del avión algunos niños ya se movían, pero no veía a ningún adulto. ¿Acaso...? Cometió el error de mirar al decapitado y tuvo deseos de vomitar. La cabeza le punzaba dolorosamente, y lo único que quería era salir de aquel infierno en esos momentos. Notó que había unos niños que arrastraban unas maletas, pero a su alrededor todo estaba destruido. ¿Cuánto se habría salvado? ¿Habría comida o agua? Aquellas cuestiones le hacían doler aún más la cabeza, por lo que intentó salir de allí con la niña lo más rápido que pudo.

No pasaron más de unos segundos desde cuando me propuse a salir del avión, cuando vi a Irén tratando de ayudar a otra niña, me lamenté por todo lo alto, no me había fijado en esa niña, así que me devolví a ayudarlas, cuando llegué Irén estaba ayudando a la niña, ayudé a levantarla.

Cuando por fin estaba hecho giré en dirección al avión —Vamos, hacia la isla, antes que de esto explote.—dijé y rápidamente me fui, tal vez habría una nueva salvación, —¡Hablo inglés y húngaro!—grité, quería saber si alguien se quería comunicar conmigo, podría ser un buen traductor por allí.

» Kayden Olivier Leparq
» 12 años
» Habla inglés y francés.


El repentino abrazo de su compañera lo hizo caer sentado sobre la arena de aquella inmensa playa. Si había algo a lo que Kayden no estaba acostumbrado, eran las muestras de afecto. No supo cómo reaccionar, tal vez demasiado incómodo, sin preparación para aquel tipo de situaciones. Su madre sólo besaba su mejilla, y su hermana... bueno, lo que ella hiciese siempre le resultaba completamente indiferente.

Terminó frotando la espalda de la chica, intentando proporcionarle un atisbo de calma. — Tranquila, tranquila — repitió cuando volvió a oírla gritar, claro que el motivo parecía distinto al miedo, ahora que se separaba de ella. Leparq apoyó ambas manos en la arena, observando a la joven. A simple vista, no había sangre. No en su rostro, sus manos, sus brazos. Su ropa tampoco parecía estar manchada, y en cierta forma el canadiense estaba feliz de que la chica hubiese salido relativamente ilesa.

— Voy a... — tuvo que callar, un momento. No por la muchacha, sino por su mejilla. Apartó el rostro para escupir otro borbotón de sangre acumulándose en su boca, — S-si tienes algo... — cada vez le apetecía menos hablar. Tomó suavemente su  cabeza para comprobar que no hubiese ningún golpe. Al menos, no veía nada, ninguna zona de la que saliese sangre... y en su escaso conocimiento, creía que era una buena noticia. — N-No parece que tengas nada — ¿serviría aquello para calmarla? Con suerte había sido suficientemente afortunada como para no salir peor parada.

— 'Toy bien — en realidad no lo estaba. La pierna le dolía horrores, y necesitaba parar la hemorragia de su mejilla. Ni siquiera se atrevía a acercar la lengua a la zona dañada, pero tenía la seguridad de que había un agujero.

Miró a su alrededor, descubriendo caras conocidas entre los supervivientes. Parecían, en general, tener pocas heridas. En una situación así, Kayden esperaba algo bastante peor, acababan de vivir un infierno; era una suerte que ninguno de ellos hubiese perdido un brazo o una pierna. A lo lejos, los hermanos Báthory seguían igual de juntos que siempre, y sobre todo, intactos.

Un leve atisbo de rabia recorrió su cuerpo: con una pierna rota era prácticamente inútil, y no podría salir adelante sin ayuda. Mostrar debilidad era la clase de cosas que su padre aborrecía y que, por consiguiente, había inculcado en el chico. Había árboles a su alrededor, tal vez podría hacer una muleta... y quizá en el avión hubiese un botiquín que ayudase a curar su mejilla. Debía pensar en sobrevivir.

Interacción con  Derek, Katherina, Dorka y Kayden.

Miró con curiosidad a la niña, ya que parecía haber dicho unas palabras que no comprendió. ¿Sería su idioma? Podría ser, dados sus delicados rasgos asiáticos. Esperó a que se compusiera e intentó llevarla afuera del avión lo más rápido que podía. - Yo soy Irén - murmuró casi suspirando - Y él es Derek  - señaló al niño que iba delante buscando a quien ayudar. - ¿Cómo te llamas tú? - la miró mientras por fin salían y, a lo lejos, creyó ver a una cara conocida.

Se acercó un poco más y reconoció a Dorka, quien parecía naturalmente asustada, pero dentro de todo estaba sana y salva. - Dorka - intentó sonreírle - ¿Cómo estás? - intentó comprobar que estaba bien, pero parecía preocupada por algo. Junto a ella, había un chico al que no conocía, y parecía que había estado con Dorka antes. Notó las manchas de sangre en el chico, y su gesto de dolor. A pesar que no debía, ya que le resultaba un desconocido, se atrevió a hablarle debido a que le preocupaba. - ¿Estás bien? - vaciló mirando al chico (Kayden), hablándole en inglés por si no comprendía el húngaro.

·Kinnah Lightner
·Habla inglés
·12 años

Salió del shock cuando de pronto le agarraron por los hombros zarandeándole un poco. Pudo entonces dejar de mirar, con los ojos llorosos, el cadáver de la niña que tenía delante suyo. Miró al chico, era Ronnie. Sabía su nombre del campamento... incluso aun que se lo hubiera dicho en aquel momento no lo había oído. Ni había oído que le preguntaba si estaba bien... acababa de salir de su burbuja.
Fue arrastrado algo por el chico. Tan solo unos pasos hasta que este cayó al tropezar con una maleta. Kinnah se levantó y miró a los lados, aun estaba allí. Aun estaba en aquel infierno.

Se levantó del suelo y se alejó de Ronnie, andando por aquella arena sorteando los "bultos" del suelo. Algunos trozos de metal, maletas, ropas.... o personas. Fue entonces cuando, entre todos los llantos, se centró en uno; un niño pequeño que lloraba desconsolado, mientras otro le consolaba. Otro chico, más pequeño y más herido que Kinnah.
Miró a su alrededor y pudo ver que, aun que algunos tambien estaban en shock, muchos eran los que se ayudaban entre ellos... se sintió tan patético. Tan mal.

Volvió atrás donde estaba Ronnie y le miró, tendiéndole entonces la mano.
—Est... ¿estas bien? —le preguntó esperando poder ayudarle a levantarse.

No estaba tan herido como para no ayudar. Y tenía que aun hacer algo: Encontrar a su hermana.

Pelear no entra dentro de sus capacidades, pero no es algo que le preocupe especialmente: solo fue un estallido de rabia al ver que Ronnie se metía con su hermano. Y ahí se queda la cosa, porque el chico, en vez de aprovecharse de la situación y devolverle el golpe con más acierto, simplemente se aleja de ellos. Ronnie le sigue pareciendo estúpido, pero al menos ha tenido la nobleza de no atacarle delante de Markov, que ya está lo suficiente asustado tras el espantoso accidente.

Balász toma de la mano a su hermanito y lo ayuda a tirar de sus maletas para dejarlas en un lugar aparte. Si no se han abierto, sus cosas estarán ahí. Balász echa un vistazo al cielo. No recuerda muy bien qué hora era la última vez que la miró, pero está atardeciendo y eso significa que pronto va a refrescar, así que abre la maleta de Markov para ponerle un jersey por encima. No trajeron guantes porque no haría falta, así que saca unos calcetines.

-Si hace frío, te los pones en las manos. Los dedos son lo primero en congelarse y no queremos eso, ¿verdad?-Le da un pellizquito en la nariz. En ese momento, mira hacia donde señala el pequeño. Ulrik Nordskov, Kayden Leparq, Dorka Vörös, Derek, Irén... ¿Dónde está Mickaela? Es de la edad de su hermano, más o menos, estaba en su grupo. A los demás niños puede reconocerlos más o menos. Tampoco ve a la hermana de Kinnah y se le forma un nudo en el estómago. Si hubiera perdido a Markov... Abraza al niño de golpe y hunde la cara en su pelito aspirando el aroma de su último baño con champú. No habría querido seguir viviendo.-Creo que tenemos que hacer un nosotros de verdad y no un nosotros y ellos, Markov. A veces las manadas se unen cuando tienen que enfrentar un peligro mayor.-Le dice al pequeño, aunque él no está muy convencido.

Lo toma en brazos, como si no pudiera andar, y lo lleva hacia donde se están reuniendo todos los niños. Saluda con cabeceos y hace el esfuerzo de hablar en inglés para ellos, pero si se equivoca en algo, ahí está Derek para traducir, que domina las dos lenguas.

-Deberíamos buscar refugio para poder pasar la noche. No sabemos gran cosa de la isla. A lo mejor por la noche hace un frío tremendo. Podríamos empezar por encender un fuego y... y aprovechar las horas de sol. No creo que tengamos más de dos. Los que estén heridos, pueden quedarse aquí. Podrían hacer un inventario de las cosas que tenemos. Los demás podríamos caminar en grupos de dos y buscar alguna zona donde podamos quedarnos juntos a pasar la noche.-No le gusta nada decir eso en voz alta, pero la situación lo amerita. Se trata de ceder...

Al menos al principio.

Cuando regresa a la orilla, Ulrik no se extraña de encontrarse con el mismo paisaje caótico y desolador de antes. Los chiquillos, como cabía preveer, se han dejado llevar por el pánico. Gran error. Era circunstancial para la supervivencia actuar con rapidez; hallar agua y buscar un lugar seco y alejado del peligro donde pasar la noche. Los ignora a todos, ufano, para volver al interior del avión. Parecía mentira que acabaran de salir de un campamento militar. Se comportaban como auténticos amateurs. A su juicio todos podían pudrirse, a excepción de los dos hermanos con los que le gustaría jugar un poco más.  

Atraviesa el avión rápidamente, pensando que necesita un par de mantas de viaje y recuperar su maleta. Si algo llama su atención lo mete en una mochila que ha robado de los compartimentos, ya pertenezca a un muerto o no. Después de todo ya no le serán de ayuda y él tiene que soportar una larga estancia hasta que la ayuda llegue a la isla. Al cabo de unos minutos va cargado y satisfecho de poner en práctica lo aprendido tanto en los entrenamientos como las escapadas al bosque en Copenhague. Ulrik posee un rico bagaje a sus espaldas para sobrevivir en un entorno hostil, instruido gracias a una familia llena de cazadores.

Salta por la abertura del avión, camina dando pequeñas zancadas, ya que lleva un peso importante en la espalda, y se dirige hacia el grupo congregado en la playa por mera curiosidad: uno de los hermanos Báthory está hablando. Al escucharlo sólo alcanza a preguntarse quién le habrá dado a él la dote de mando. Si alguien tuviera que mandar sería alguien con su experiencia, pero como no le interesa estar a cargo de todos esos inválidos decide mantener la boca cerrada. Aprovecha que están distraídos para buscar su maleta. Le ha venido a la memoria un objeto muy importante, secretísimo, que necesita con urgencia para sobrevivir. No lo encuentra y eso le pone nervioso. Decide pasarse más tarde, antes tiene que dejar la mochila y construirse un refugio.

El chico tiene razón, el frío se acerca.

Aprovechando que aún hay luz, Ulrik se interna en lo desconocido, en los pulmones de la selva. Navaja en mano explora varios metros en la periferia, no queriendo adentrarse demasiado por si le sale al paso algún animal salvaje. Se lleva un susto al escuchar un graznido de ave a sus espaldas, pero prosigue valientemente hasta que da con un árbol caído. Lo rodea, cauto, analiza el tronco y la copa y comprueba que está en una zona segura, para llevar sus dos mochilas hasta allí. Reúne ramas y ramilletes como base para un colchón, y extiende dos mantas y un cojín con forma de "u", de los que se usan en los viajes largos. Será suficiente para aguantar una noche. El fuego lo intentará más tarde, pues no quiere alertar a sus compañeros de su refugio. Necesita estar solo para que la infecciosa enfermedad del miedo no se le contagie de los otros niños.

Otra vez viaja hacia la orilla con la intención de hallar su maleta. No piensa darse por vencido con facilidad y más tratándose de sus pertenencias. Se mueve decidido entre los chiquillos, con los ojos estrechos cual rendijas y la nariz apuntando hacia el suelo. Desde lejos da la apariencia de un sabueso frenético.

» Kayden Olivier Leparq
» 12 años
» Habla inglés y francés.


Hasta donde su poco desarrollada empatía le permitía llegar, ponerse en los zapatos de Dorka le resultaba terrorífico. Incapaz de ver qué había sucedido, dónde estaban, o incluso sus propias manos, llevaba a Kayden a sentir un sentimiento de protección hacia ella.

Quería que al menos la niña se sintiese segura, aunque nadie lo estuviese en aquella isla, perdidos, completamente solos. — Vas a e'ta' b'en — sobreviviría aquella noche, y todas las que se propusiese si era fuerte. Porque aquella, después de todo, era la actitud que iban a necesitar para sobrevivir.

La petición de su compañero le hizo fruncir el ceño frustrado, mirando su pierna. No iba a poder ayudarla, ni siquiera estaba seguro de que pudiese ponerse de pie sin ayuda. Y acababa de decirle que estaba bien, ¿qué iba a hacer? Era demasiado orgulloso, se negaba a mostrarse débil.

La repentina presencia de otra voz lo hizo girar el rostro, y sintió cierto alivio al ver que alguien más se preocupaba por la rubia. Al menos, aquella niña tenía más posibilidad de poder ayudarla que él, — Que'e su ma'eta — logró decir, pero gruñó ante su propia incapacidad para hablar correctamente. Necesitaba un botiquín, algo cortar la hemorragia y seguramente desinfectar la herida. Era el mismo proceso que las enfermeras de su internado militar solían seguir, cada vez que acudía a la enfermería.

Cuando la otra niña (Irén) inquirió si se encontraba bien, el canadiense negó con la cabeza. Prefería que la rubia no supiese nada, y que ambas se dedicasen a buscar la otra maleta de Dorka. Él ya se las arreglaría solo (como siempre tenía que hacer).

En cuanto las vio alejarse, Leparq volvió la vista a su propia pierna. Tenía que ponerse de pie, quizá podría arrastrar la pierna, o cargarla de algún modo... — ¿qué? — todo su tren de pensamiento se vio interrumpido al oír una repentina voz de liderazgo: la de Balász Báthory. — ¿Queda'nos aquí? — su tono de voz se alzó, molesto. ¿Cómo iban a quedarse atrás los heridos? Ni siquiera conocían el terreno, y empezaba a hacer frío. ¡Podían morirse de frío si se quedaban allí!

— Nadie se queda at'ás. ¿Cómo vamos a hace' inventa'io si estamos he'idos? — su voz sonaba más molesta de lo que tal vez pretendía inicialmente, pero la sola idea de que lo tratasen como una carga lo enfurecía. Negó con la cabeza, enfadado, y tras varios intentos fallidos, logró ponerse de pie, manteniéndose a duras penas. No tenía claro que pudiese resultar un desafío para el mayor de los hermanos Báthory, con el rostro ensangrentado y un claro gesto de dolor. — Además... ¿quién te ha nomb'ado lide'?

Interacción con  Dorka, Kayden y Balász. Mención a Ronnie.

Sonrió a Dorka cuando ella alcanzó a tocar su ropa, y luego la abrazó también con fuerza, nerviosa en medio de todo aquello. Se alegraba que estuviera bien; sin embargo, no dudaba que pronto tendrían aún más problemas, y que estos, fueran los que fuesen, se veían aumentados para su amiga. Miró algo extrañada al niño herido (Kayden), cuyas palabras al inicio no entendió, pero luego asintió y le ayudó a Dorka a buscar su maleta. Ella la encontró por sí sola y luego la esperó, sorprendiéndose cuando la ve caminar resueltamente en una dirección. - Dorka, espera - murmuró yendo detrás de ella para intentar alcanzarla, deteniéndose luego a escuchar las palabras de aquel niño que le parecía tan altivo, el que tenía un hermanito pequeño cerca.

Él tenía razón, estaba atardeciendo y pronto estaría tan oscuro que no se veía nada. Se giró a mirar a aquel niño herido (Kayden), y aunque le habló al niño altivo, le miró con seriedad. - Pero debes quedarte aquí, no puedes caminar así... - murmuró sin intención de darle órdenes, solo de ayudarlo. Se metió rápidamente al avión, intentando superar su horror al ver allí a los muertos, e intentó recuperar su bolso de mano, el cual seguía en su asiento. Lo tomó y se lo echó al hombro; no tenía gran cosa, pero al menos algo le serviría. Regresó con los demás y suspiró, mirando al niño altivo (Balász), y a otro que habló sumándose al plan (Ronnie). Buscó a Dorka, para que no se fuera, tomando su mano. - Debes quedarte aquí, Dorka - murmuró adelantándose luego para que los chicos la vieran. - Yo también puedo ir a buscar un lugar - se sumó, pues era el único plan que tenían hasta el momento y podía servir - Pero tenemos que ir rápido... debe haber alguna cueva... - murmuró. No debía ser difícil encontrar refugio en aquel lugar rocoso...