Dorka. Con ella habla húngaro.

Balász está inconsolable. Comprende lo que le dice Dorka, pero no lo cree posible. La capacidad pulmonar de su hermano pequeño es mucho más limitada que la suya; además, es pequeño y muy torpe, aunque es bueno trepando a los árboles. Tal vez haya conseguido subirse a uno como un monito y está esperando a que su hermano lo encuentre para ayudarlo a bajar. Balász ahoga un gemido de desesperación. Eso solo es una fantasía. La última vez que vio a Markov, estaba luchando contra el agua sin ninguna posibilidad. Su pelo estaba completamente mojado y su cabeza se hundía una y otra vez sin poder competir contra la fuerza del arrastre. Ojalá haya muerto rápido, sin resistencia, con un golpe en la nuca que le evitara minutos de agonía.

-No vuelvas a hablar de él.-Amenaza a Dorka, pero justo después la maleta golpea a la niña. Balász está a punto de decirle que atrape la cuerda, pero ella no puede verla, así que se arriesga él a cogerla porque en algún momento puede ser de utilidad. De hecho, como medida de seguridad, decide atarse al árbol junto a Dorka, así no serán remolcados si la furia del mar vuelve a desatarse sobre ellos.

Balász se aguanta las ganas de llorar durante las próximas horas. No tiene muchas esperanzas de encontrar a Markov con vida y todavía es incapaz de asumirlo, pero su lado más frío le dice cómo debe actuar: es un Báthory, no es un niño común. Debe hacer honor a su nombre y demostrar por qué él desciende de una estirpe superior. Ahora tiene que centrar sus esfuerzos en localizar el cuerpo del benjamín y enterrarlo en algún sitio de la isla que sea recuperable pensando en cuando vengan a rescatarlos. No va a permitir que pase la eternidad lejos de su casa, así que al menos su cadáver volverá para ocupar su sitio en el panteón familiar. Eso sí el mar no se lo ha tragado... Siente un repentino deseo de vomitar al reparar en esa posibilidad y echa pura bilis a un lado.

Ahora que parece que ya no hay peligro de que otra ola los sorprenda, Balász se desata y desata también a Dorka, pero, por si acaso, hace un nudo en el brazo de la chica y otro en su propia muñeca, como si fuera su amo. En realidad no es tan retorcido, tan solo quiere estar seguro de que ellos dos no van a separarse. Si Dorka lo necesita, puede apoyarse en su hombro y avanzar junto a él.

-Tenemos que intentar secarnos... todavía hay sol, si podemos hacer que nos dé directamente... Deberíamos quitarnos la ropa para que se seque también. Y buscar un refugio, comida, agua...-Eso último lo dice en un tono tan apagado que es fácil adivinar en lo que está pensando, pero no hay más lágrimas.

Lo ola le alcanza como una belicosa lengua marina. Ni siquiera Ulrik, versado en el arte de la esgrima y la caza, es capaz de luchar contra las fuerzas de la Naturaleza. La vorágine lo arrastra, llevándose a su paso ramas, piedras, tierra y algunas bestezuelas. Cuando siente que los pulmones le van a estallar por la falta de oxígeno, el mar afloja su abrazo y lo escupe sobre unos matorrales. Mojado hasta los huesos, magullado y dolorido, se arrastra por el suelo jadeando con una angustia insoportable.

Estoy vivo.

Al echar un vistazo a su alrededor no se cree que haya sido capaz de sobrevivir a semejante catástrofe. A lo mejor, piensa, es el único superviviente y los demás niños han muerto ahogados. No le caía bien ninguno de ellos, pero la idea de estar solo, aislado y a la intemperie, en una isla desierta resulta aterrador. Las posibilidades de salir vivo han menguado considerablemente. Ha perdido la navaja multiusos, la mochila ha adelgazado y las pocas provisiones que han sobrevivido están hechas un asco, y lo más seguro es que su campamento improvisado con todas sus cosas se las haya llevado el mar. Maldice su suerte, al borde del llanto. Si su cruel padre no lo hubiera mandado allí...

De pronto calla al escuchar un débil gemido. Se pone en pie y camina hacia el origen del ruido: a unos pocos metros de donde se encuentra, hay un niñito de pelo rubio inconsciente o muerto. Es el hermano menor de Balász Báthory. Como si fuera un muñeco de su propiedad, tira de él y lo tumba en la zona donde el sol ha conseguido penetrar la cúpula enramada. Ulrik investiga su cuerpo, en busca de algo útil, luego comprueba que no está muerto sino que aún respira. Tiene un chichón en la cabeza y un poco de sangre. Se le pasa por la mente que si son las únicas personas vivas quizá se vea obligado a comérselo, como en las tribus caníbales.        

La rama que intentó tomar se quebró entre sus dedos y el agua la arrastró un poco más allá. Su pie se enredó entre la vegetación sumergida mientras el agua salada y turbia continuaba subiendo. Gritó de pánico sin éxito, intentando mover desesperadamente su pie para soltarse. Si no se soltaba pronto, se ahogaría cuando el nivel del agua cubriera su nariz. Tuvo que sumergirse un poco para soltarse usando las manos, causándose rasguños en la pierna prisionera, pero soltándose por fin. Exhausta, logró abrazarse a un tronco y subir con las últimas energías que le quedaban, mientras todo a su alrededor estaba envuelto en aquella marea negra que continuaba subiendo.

Le parecieron momentos eternos aquellos en que las olas continuaban azotando la isla. Sin embargo, calculó que al menos pasó un par de horas antes que el agua comenzara a remitir. Todo a su alrededor estaba destruido. Cuando por fin pudo bajar del árbol, se encontró con Katherina, quien parecía estar entera, después de todo. Intentó correr hacia ella, pero su pie continuaba doliéndole, como si se lo hubiese torcido o algo. - Katherina - respondió agitada - ¿Cómo estás? - la miró preocupada - Debemos irnos más adentro - señaló con premura - Puede volver a pasar... ¿puedes caminar?

Interacción con perrito. Ulrik.

Cuando despierta, se siente muy confundido. Todo le duele y se queja en voz baja. Su garganta se siente cruda, como cuando está enfermito y apenas puede respirar. No recuerda haber estado enfermo, en realidad no recuerda mucho.

Ahoga un sollozo, hipa con las lágrimas corriendo por sus mejillas, recuerda, de repente, que no podía respirar y es una sensación que le aterra. Cuando abre los ojitos, no sabe dónde está, pero un rostro se dibuja frente a su rostro y por un momento, se corazón da un vuelco de alegra — ¡L-Lász! – no es Lász, no es su hermano y vuelve a sollozar ¿Dónde está su hermano? Necesita a su hermano mayor.  Se limpia los ojitos lastimosamente pero no puede dejar de llorar y otro hipido se ahoga en su garganta — ¿P-perrito? – parpadea, revoloteando sus pestañas húmedas, al menos es un rostro conocido — ¡Perrito! ¿D-dónde está Lász?.

Asintió ante la respuesta de Katherina, mirando alrededor luego de su pregunta. Sabía que estaban lejos de donde habían pasado la noche, en el lado contrario de hecho, y que estaban mucho más al interior de la isla, pero no conocía mucho más de su posición. - No... - musitó suspirando levemente - Estamos al otro lado de donde pasamos la noche, pero... no sé mucho más sobre nuestra posición - la miró con frustración. No le gustaba no saber.

Se acercó a ella con algo de vacilación. - Caminemos... debemos alejarnos más y buscar un refugio, tal vez en lo alto e la isla - señaló hacia delante - ¿Quieres que te ayude? - musitó tendiéndole el brazo. Debían comenzar a avanzar ya; temía que otra tragedia ocurriera, y debían buscar refugio y agua cuanto antes.

Tomó del brazo a Katherina para ayudarle a caminar, cuesta arriba. Había un pequeño monte, tal vez podrían subir y ver alrededor cuando llegaran a la cima. Ella no era dada a ayudar a nadie, pero ante aquella tragedia, no podía no hacerlo, aunque le resultara extraño. La cabeza le pulsaba a veces dolorosamente, y sus piernas se negaban a dar un paso más. Tenía hambre; creía que nunca antes se había sentido tan desposeída y angustiada.

Caminaron en silencio hasta que encontraron un pequeño río, y se acercó allí con Katherina para lavarse las manos y el rostro, sin atreverse a tomarla, a sabiendas de que podría hacerle mal. - Tal vez... podamos hervirla de alguna forma - suspiró mirando alrededor, pero no encontró nada que pudiera ayudarlas.

El niño se enfrenta a unos ojos acerados, algo enrojecidos por el agua de mar, que le observan mortalmente fríos. Una mano, rápida como un látigo, lacera la mejilla del pequeño Báthory para que deje de llorar.

"Si haces tanto ruido" Masculla agarrándolo con fuerza por la camiseta. "Vendrán los animales a por ti. Y no pienso rescatarte." A pesar de su tierna edad, Ulrik parece ser capaz de vender a cualquier ser humano con tal de eliminar cualquier ruido que le moleste. Está rabioso, tiene miedo y a lo mejor son los únicos supervivientes de esa isla, por lo que es normal que actúe con tanta crueldad. "Tu querido hermano lo más seguro es que sea pasto de las alimañas; o lo que diablos habite en este lugar."

El chico suelta a Markov y se pone en pie. Mientras el sol todavía esté en lo alto aún tendrán una oportunidad de ver el amanecer una vez más. Se vuelve hacia el pequeño, en su gesto hay una expresión seria y concentrada propia de un adulto que le confiere un aire feroz: "Vamos. Hay que seguir adelante, la noche se avecina y hay que encontrar agua, comida y un refugio. ¿Quiéres vivir o quedarte aquí lloriqueando y lamentándote?"         

Dorka. Con ella habla húngaro.

Asiente a la chica con un cabeceo rápido, aunque luego recuerda que es ciega y el lenguaje corporal no lo percibe de la misma manera que una persona cuyos ojos funcionen como receptores. Eso le forzará a verbalizar cada idea que tenga, sea buena o mala.

-Sí, desnudarse. La ropa está mojada y tardaremos mucho más en sacarla, además de que pasaremos más frío.-Al principio no entiende su reticencia, pero luego cae en eso que la gente llama vergüenza. Viene asociado con la pubertad, cómo no, y resopla para sus adentros. Aunque es verdad que tiene curiosidad como cualquier chico de su edad, no es su prioridad en estos momentos.-No voy a mirarte. Te doy mi palabra. Pero primero busquemos un sitio con sol.[/color]

Balász asume el papel de líder, en efecto, porque entre ellos dos él es el que puede ver y eso supone una ventaja por el día. No debe faltar mucho para que anochezca, así que tienen que darse prisa. Sin embargo, está dispuesto a escuchar cualquier aportación que merezca la pena. Su compañera tiene otros sentidos agudizados y su forma de pensar es diferente, así que seguro que puede ofrecer una perspectiva que a él se le pasa. La dirige hacia la costa, donde los árboles no impiden el paso a los postreros rayos de sol. Se refugia con ella en una parte pedregosa hacia el oeste.

-Me voy a desnudar, voy a escucrrir la ropa y me voy a tirar al suelo. Debemos conservar las fuerzas y gastar las menos calorías que podamos.-Todavía no tiene hambre, pero no sabe si Dorka será capaz de aguantar una noche entera sin comer nada. Intenta no pensar en Markov porque los ojos se le anegan de lágrimas, pero no puede evitarlo, no puede, y lo peor es que solamente se lo imagina en el escenario más grotescto y sangriento. No encuentra fuerzas para recrear un final más alegre para el niño.

No importa. Tiene que mantener la cabeza despejada. Quizá haya otros supervivientes y debería encontrarlos. No sabe cómo de grande es la isla, pero nada les impide recorrerla. Podrían empezar por la costa. Tiene menos obstáculos para Dorka.

-¿Te has desnudado ya? Te he prometido que no voy a mirar y no voy a hacerlo.-Le está dando la espalda para dejar intimidad a la chica, así que por la posición de su boca Dorka debería intuir que, por ahora, cumple con su palabra.-Cuando anochezca, pero todavía veamos, vamos a buscar un refugio más adentro... no mucho, cualquier cosa nos servirá. Quizá todavía estén las mantas en aquella cueva...-Y la comida, se recuerda.

Algo así:

Suspiró y miró alrededor con cansancio y desencanto, pues no iba a encontrar nada útil en aquel bosque. - Sí, creo que sí - respondió a Katherina - Solo hay que encontrar las piedras adecuadas... - murmuró internándose un poco en la espesura para buscar las piedras que necesitaba.

Caminó alejándose unos metros de Katherina, buscando minuciosamente por el suelo húmedo lleno de arbustos y hierbas. Casi se pinchó con una ortiga, pero junto a ella encontró una hierba de color verde brillante, que reconoció como una con propiedades curativas, aunque no recordaba exactamente para qué. No importa, no tenían nada, y les serviría para alguna herida o enfermedad.

La arrancó con cuidado y se la echó al bolsillo, caminando de vuelta donde Katherina. - Tendremos que buscar agua en las hojas - se le ocurrió alcanzando de un salto las hojas grandes de un árbol, la cual tenía aún rocío en gotitas. Probó con un dedo el agua y luego intentó beberse la cantidad minúscula de agua que consiguió. - Bebamos un poco - le propuso - Y luego tenemos que ver dónde dormir - suspiró. Aquello serían aún más difícil.

Dorka. Con ella habla húngaro.
Mi tirada de dados aquí.

Balász no tiene ningún interés en que Dorka se desnude; no es algo personal, pero sí cree que es la manera más rápida de secarse, aunque eso implique que la arena se pegue por todos los recovecos del cuerpo y sea muy molesta. Una vez seca, solo tendrán que golpearla para que salte del cuerpo, pero la sensación pegajosa del salitre se le quedará hasta que consiga darse una ducha con agua caliente. Reprime un pensamiento que iba hacia su hermano, aunque sin mucho éxito porque se acuerda de lo mucho que Markov disfruta...ba de los baños de espuma. Sus rizos se le pegaban al cráneo y parecía un niño distinto. A veces jugaban a hacer peinados estúpidos, como la cresta de un punky o las coletas de una niña.

-Sí. No es mala idea. El fuego podría alertar a otros de que estamos por aquí... quizá algún barco pueda verlo u otros... otros niños.-Pero quiere olvidarse de esa idea. Si mantiene la esperanza de encontrar a algún otro chiquillo, mantendrá la esperanza de encontrar a Markov y no quiere ni desea que su fuerza se apoye en una probabilidad tan débil.-¿Tienes hambre?-Sin querer, gira la cabeza hacia ella, por pura inercia para conversar con su interlocutoria, y un rubor fuerte estalla en sus mejillas. Agradece que Dorka no pueda verlo.-Iré a buscar algo. Tú descansa por ahora... y si ves que la ropa está menos mojada, póntela. Tampoco es bueno una hipotermia.-Sugiere tratando de sonar más amigable que mandón, pero no le sale bien. Balász nunca ha sido un chico simpático. Eso iba a cargo de Markov.

Se levanta desganado y se pone los pantalones solo por una cuestión de comodidad, aunque todavía los nota húmedos. El corte de la pierna ha parado de sangrar. Ni siquiera le había prestado atención y quizás debería haberlo hecho, pero ahora mismo sigue aturdido por la violenta escena hidráulica y su salud le importa más bien poco. Se aleja de Dorka frotándose los brazos para producir calor por la fricción. Necesita volver a la zona más boscosa para encontrar algo con lo que hacer el fuego; quizás algunos frutos silvestres para la cena porque, lo quiera o no, debería meterse algo en el estómago, y cualquier cosa que pueda transportar para cubrirse.

La luz todavía está de su parte, pero no será así por mucho tiempo, por lo que tiene que darse prisa y abandonar toda sensación que le provoque desazón, como el frío. Recoge ramas, piedras que examina antes de determinar que podrían valer y, como ha quedado cerca de donde el avión cayó, algunas piezas electrónicas por si acaso. También encuentra una maleta reventada y, más adelante, ropa tirada por el suelo, empapada, por supuesto, pero que podría servirle. Sin saberlo, descubre lo que anteriormente fue el refugio de Ulrik. Gracias a que él almacenó comida de una forma eficiente, el agua ha dejado parte de ella que Balász aprovecha. Algunas latas están cerradas, así que Dorka estará bien. Podrá cenar esta noche y recuperar fuerzas. Solo cuando no tiene fuerzas para cargar más cosas, da la vuelta para regresar con ella.

-Tendría que ser capaz de hacer fuego. Esta madera no está mojada, el agua no llegó tan alto, pero... no lo sé. He encontrado algunas cosas.-Se pone a su lado para compartir el botín. Le entrega las latas de comida, las cuales pone directamente en sus manos.-Creo que es mejor que durmamos más adentro, podría hacer una especie de tienda con la ropa.-La creatividad en ese momento se vuelve un bien indispensable.

Digamos que la pareja tiene, por primera vez en el día, un pequeño golpe de suerte y consiguen hacer fuego. Un fuego que deben alimentar constantemente y por el que temen que vaya a extinguirse en cualquier momento, como si tuviera prisa por marcharse. Digamos que pueden abrir las latas golpeándolas con las piedras y comer de su interior. Digamos que, a pesar del cansancio, pueden refugiarse en una cueva cercana. No seca, pero tampoco completamente inhóspita. ¿Cuánto porcentaje de suerte hay ahí? Alguna fuerza superior decide que debe equilibrar la balanza.

Balász se despierta en mitad de la noche, a pesar de no recordar haberse quedado dormido, para vomitar todo lo que le ha entrado en el cuerpo y más. Luego llora, por supuesto, porque está asustado, aterido de frío y Markov muerto, pero, eh, quizá la suerte también haga que él se muera.

Interacción con perrito. Ulrik.

Ulrik hace su punto y el golpe consigue callar al niño. Markov se muerde los labios y sus manitas se cubren el rostro y aunque las gruesas lágrimas continúan cayendo de sus ojitos, no emite ni un sonido. A su padre, András, tampoco le gusta que llore.

El concepto de muerte es algo que la pequeña mente de Markov no llega a comprender del todo, lo que sí comprende es que su hermano mayor no está a su lado y tiene que encontrarlo, no podría soportar estar separado de Balász por mucho tiempo. Ahoga un sollozo y se limpia las lágrimas. Perrito es malo, le ha pegado, pero cuando encuentren a Balász seguro va a enseñarle modales. Hipa y tirita de frío, todavía está mojado y le duele la cabeza.

— Y-ya voy – tose, sintiendo que le arde la garganta. Cuando se incorpora, todo le da vueltas por un momento, pero tiene que ser fuerte ¿Qué dijo la sargento? Fortaleza y valentía. — Se encontrar bayas – ofrece en voz baja, su barriguita gruñe con hambre.

Despacio, avanza detrás de Ulrik, mirando al suelo. La luz del día lastima sus ojos y todavía se siente un poco mareado, el hambre y el frío juegan un papel importante en su contra. El campamento militar ha logrado enseñarle algunas cosas al pequeño y ha reforzado otras, vivir cerca de un bosque tiene algunas pequeñas ventajas y Markov, como ha señalado, sabe encontrar bayas.

Sabe que debe tener cuidado al meterse entre los arbustos, podría esconderse cualquier bicho, pero sólo consigue algunos rasguños y muchas bayas que ofrece a perrito para que no esté tan enojado, como si fuera una muestra de sumisión. Hay un arbusto, lleno de frutos oscuro, Markov no está seguro qué fruta es pero arranca una y muerde un pedacito, enseguida, siente un hormigueo en su boca y lo escupe a un lado — Es venenoso, no se come – se limpia con la camisa húmeda, lo que le recuerda que tiene mucha sed — ¿H-hay agua, perrito?