Le llevó un par de segundos asimilar lo que acababa de ocurrir, pero en cuanto un dolor agudo se apoderó de sus rodillas y palmas de las manos comprendió, al fin, que había vuelto a ser objeto de burlas de sus compañeros. Los ojos se le llenaron de lágrimas a causa de la impotencia, pero se obligó a sí misma a no derramar ni una sola lágrima pues aquello serviría como incentivo para que siguiesen atormentándola.

Al intentar ponerse en pie un par de manos la sujetaron por los hombros y tiraron de ella hacia arriba, algo que en un primer momento tomó como una amenaza. Abrió los ojos de par en par y con un brusco movimiento se llevó ambos brazos hacia la cabeza en actitud defensiva, pero el golpe nunca llegó. Estaba tan acostumbrada a ser maltratada en aquel lugar que incluso la primera mano amiga que se acercaba le parecía peligrosa. — S..... Sí. — Contestó en inglés, retirando los brazos de su cara al tiempo que movía la cabeza de un lado a otro hacia el origen de los pasos que se iban acercando hasta ella. — Gracias, pero solo me he tropezado, eso es todo. — Cada vez que mentía se ponía nerviosa y claramente en aquel momento lo estaba, pero intentó ocultar el temblor de sus manos alisando las arrugas de su vestido y quitando las diminutas piedras incrustadas en sus rodillas.

De la nada surgieron otro par de manos que intentaban adecentarla y reconfortarla tras la caída, aunque lo que conseguían eran hacerle sentir incómoda. — Gracias a todos. — Con la mirada perdida dirigió la cabeza en la dirección en la que creía que estarían los niños, fingiendo una sonrisa de gratitud. No era una persona muy sociable y nunca había sido el centro de atención más que para burlas, de modo que no sabía cómo actuar.

Aunque tenía asumido que nunca sería capaz de ver y que su invidencia era una parte tan importante de sí misma como lo era el color de su pelo o de su piel, le confundió el comentario del tercer niño. ¿Estaba preguntando si era ciega o, por el contrario, la estaba llamando por ese apodo? — Solo hablo inglés. — Se encogió de hombros y presa de la incomodidad comenzó a hacer tímidamente un círculo sobre la tierra con su pierna. — Me llamo Dorka, soy inglesa y tengo once años.  — Tal vez demasiada información en una misma frase pero, ¿acaso tendría otra oportunidad como aquella para socializar?

Ver en grande.

Katherina estaba bastante a gusto aislada en su mundo hasta el momento en que uno de los monitores produjo de su propia cabeza un acertijo. Miró con cierta vagueza al lugar y repasó la figura de aquella constelación. Eran unos puntos extraños que de primeras no reconocía pero como toda actividad que no requiriera esfuerzo físico no tardó en más o menos hacerse una idea de a que se refería.

En Absoluto silencio alzó la mano y esperó a que le dieran turno, sin embargo otros niños ya se abalanzaron a dar la respuesta así que... Bueno, se encogió de hombros y la bajó, mirando al resto.

— Así es, Dorka. Papá me dijo que es un nombre húngaro, como él. —  ¡Estaba haciendo amigos! O eso quería pensar ella. Una ligera sonrisa se apoderó de sus labios al escuchar la pequeña presentación de Irén, a quien intentó imaginar como una niña de estatura media con largos cabellos rizados, algo que siempre quiso tener. — Es un nombre muy bonito. — ¿Pensarían ellos lo mismo del suyo? Hasta ese momento nadie le había hecho un cumplido sobre su nombre. A decir verdad, nadie salvo sus padres le habían elogiado jamás.

A pesar de que comprendía perfectamente la naturaleza de la pregunta y el interés que suscitaba en la niña, Dorka se sintió un poco dolida al escucharla. Era más que evidente que enviar a una niña ciega a un campamento militar sin compañía alguna era una crueldad, un pasaporte al fracaso, y con el cambio de entorno con total seguridad se sentiría desorientada y desprotegida, pero no podía evitar sentirse incómoda cuando alguien insinuaba que no podría valerse por sí misma, por mucho que estuviese en lo cierto.  — He venido sola. Mis padres creen que es una buena forma de hacerme independiente. — Contestó mientras se encogía de hombros, intentando restarle importancia al asunto.

Casi como un resorte, Dorka se puso rígida al escuchar la voz de la sargento Szepes, a quien temía sobremanera e imaginaba como un monstro de aspecto aterrador. Sus ojos se movieron con mayor velocidad de un lado a otro, signo inconfundible del miedo que le producía su sola presencia. Su semblante, sin embargo, pasó del miedo absoluto a la tristeza, sintiéndose una vez más excluída del resto del grupo al no poder formar parte de la multitud de niños que jugaban a adivinar la respuesta. Alzó la vista hacia el cielo sumida en la más completa oscuridad y en silencio jugó a imaginar formas abstractas sobre su cabeza.

Ver constelación

El intento de Ronnie de ser un poco más simpático y amigable había salido mal o podría decirse que terrible ya que aunque nunca había hablado con esos chicos había escuchado comentarios de que eran raros pero a él no le había importado aquello. — Nidii ti hi hiblidi i ti, Rinnii. — dijo imitando el tono de voz del chico mientras rodaba los ojos. — Imbecille. — Añadió en su lengua materna en la cual no solía hablar mucho ya que ninguno de sus compañeros o personas que lo rodeaban en ese lugar entendía.
 
Los encargados del lugar habían empezado a hacer una especie de concurso en la cual los niños que contestaran más rápido cual era el nombre de la constelación se ganarían un premio pero como Ronnie nunca había sido bueno para eso solo se limitaba a mirar y escuchar lo que decían sus compañeros.  Minutos más tarde escuchó a la instructora hablar sobre que ya casi era hora de recoger todo y preparar la maleta para por fin regresar a casa. En la mochila de Ronnie aparte de las cosas básicas que había empacado su madre también había un purificador de agua portátil  y una bolsa de dormir que le habían regalado sus abuelos.  

Katherina se quedó unos segundos mirando la segunda constelación y se puso a señalar y unir puntos en su cabeza hasta que finalmente encontró una respuesta pasable. Alzó la mano, o bueno, el dedo indice de su diestra cuando vio el turno y, si el monitor le daba la palabra pues... Bueno, dijo en voz alta su respuesta.

¿Escorpio? - Contestó, quizás con cierta duda, los puntos no le cuadraban mucho igualmente.

Ya cuando pasaron a recoger el campamento fue diligente a por su mochila, la cual, entre otras cosas, tenía una linterna y un saco de dormir.

Con cada nuevo reto astronómico Dorka se iba haciendo más y más pequeña, casi tan diminuta como las lejanas estrellas a las que no podía ver. Se sentía fuera de lugar, más que nunca, y en el instante en el que su labio inferior comenzó a temblarle y el nudo de su garganta se hacía más intenso, la calidez de la voz de su nuevo amigo la sosegó, arastrándola a un mar en calma. Ya no estaba completamente sola, y aunque solo fuese por una noche, sus pequeños nuevos amigos marcarían la diferencia y harían de aquel campamento la mejor experiencia que había vivido hasta ahora. — Hércules... — Murmuró junto a su compañero sin intención de participar en aquel reto, ya que dadas las circunstancias era más que evidente que la respuesta no había salido de su cabeza y estaba segura de que en aquel campamento el copiar era digno de un buen castigo. Al menos sirvió para dar rienda suelta a su imaginación y darle forma a un Hércules que poco tenía que ver con el original.

Por suerte aquel juego llegó a su fin, y antes de poder orientarse y tomar una dirección hacia la que ir, se vio envuelta en una marea de niños que se agolpaban los unos contra los otros y la empujaban hacia los barracones. — Adiós, chicos, ¡buenas noches! — No supo si sus nuevos amigos estaban lo suficientemente cerca de ella como para escuchar su despedida, pero agitó su mano derecha en todas direcciones mientras esbozaba una amplia sonrisa, por si alguno estuviese cerca de ella. Una vez ya en su dormitorio comenzó a hacer su equipaje - con algo de dificultad pues sus compañeros de cuarto le habían escondido la mitad de sus pertenencias - añadiendo a su mochila en último lugar su botiquín de primeros auxilios y su cantimplora.

-Continuación en el Capítulo 1: La isla.-