Nec Lupei es originario de Rumania; Por constantes viajes de negocios a Hungría,
conoció a Ildikó Erös, una joven a la que por muchos años admiró y finalmente hizo su esposa. Durante la primera etapa de su matrimonio, tuvieron a Linka y a Vilk, pero los viajes de su padre continuaron sin ningún cambio. Varias veces los niños le acompañaron, conociendo a la familia que tenían en Krondstat;
en una ocasión, un accidente de tráfico dejó a Nec demasiado delicado, y finalmente no fue capaz de volver a Hungría; Vilk,a sus 16 años, se fue a Rumania con la familia de su padre, manteniendo poco contacto con su madre y su hermana, hasta finalmente quedar en total silencio. Eso, pues, dejó por su cuenta a Ildikó y Linka.

   Linka nunca fue la clase de niña que se metía en problemas por su cuenta, pero sí por ayudar a sus amigos; en varias ocasiones hubo de enfrentarse a varios padres furisoso. Llegada la adolescencia, aquellas ayudas escalaron incluso a las gacetas policíacas, de las que tuvo que sacar a sus compañeros por crímenes menores. Fue durante esta época que conoció a Jaen, un joven rebelde que le cautivó desde el primer minuto. Debido a su estrecha relación con él, pronto se encontró con un mundo que había evitado antes; él tenía accesos a varios bares y los contactos de sustancias ilegales a lo largo del país, y claro, la mejor mercancía para él. Aunque Linka estuvo a punto de desarrollar las mismas adicciones que él, su misteriosa muerte la sacó de cuajo de ese submundo. Su  madre, entonces, decidió que era tiempo de mudarse a la ciudad donde ella y su hermano habían nacido.

   Linka no conoció Visegrád en su infancia, pero resultó un bálsamo encantador en sus 20s. La pintoresca ciudad feudal la llevó a entregarse al ballet y las artes, haciéndose una entusiasta de la literatura y la pintura, la que pronto comenzó a practicar. Gracias a eso conoció a un excelente artista que se volvió su profesor, Lorand Kress, con quien prontamente tendría un romance. Fue tal el amor entre ellos dos, que él no dudó en pedirle a Linka su mano, y ésta aceptó casi de inmediato. Ildikó comentaba constantemente que su matrimonio era tan bohemio como ellos, casados jóvenes y viviendo de un arte que solamente sale del corazón. Fueron así unos años hermosos en compañía de su esposo y de su madre, hasta que la silenciosa tragedia que le había perseguido desde niña decidió atacar de nuevo: hará un año apenas, Lorand sufrió un accidente de tráfico en la carretera que lo llevaba de vuelta a Viségrad, del que no pudo sobrevivir. Azotada por la angustia de haberlo perdido, Linka decidió que no podía vivir tan cerca de la tumba de su esposo, y se dispuso a marcharse a la capital, pese a las protestas de su madre.

    En Budapest, se volvió una persona totalmente diferente; su dulzura usual se la había arrebatado ese último pedazo que se fue con Lorand, y se selló totalmente del mundo. Consiguió un departamento en una zona cercana al centro de la ciudad, que si bien no era el más lujoso, si se era cuidadoso podía ser poco peligroso. Acomodó aquella nueva casa para ser un estudio de arte, y se dedicó a su obra hasta que, en una ciudad tan grande que no concentraba la cultura tan fuertemente como en su pueblo, tuvo que conseguir trabajo de mesera.